Por fin supe poner punto y final a mi
historia...
Apenas nací, olvidé quien era y comencé a pensar que era de otro
rango, de otro lugar y que lo que yo veía, decidía y pensaba no tenía
posibilidades de realizarse aquí, en esta dimensión. Me sentía atada como el
gran elefante convencido de que no tenia fuerzas para deshacerse de las cadenas, porque siendo un bebé elefante vio que no podía y se le quedó grabado.
Pero ya no es así. Soy un gran elefante, en
parte por la resistencia y por la sabiduría, y también por mi forma de caminar
dando pasos que dejan huella. Por tanto, puedo deshacerme de todas esas viejas
cadenas que se rompieron con el paso del tiempo, a pesar de que yo las seguia
viendo tan fuertes como cuando era bebé.
Rompo ese velo, rompo todos los velos y
sencillamente decido comenzar a caminar. Una nueva ruta, un nuevo trayecto.
Esta vez nacido del silencio, de la sabiduría del alma.
Y para dar mi primer paso lleno de novedad,
decido hacer mi primer conjuro de libertad. Me he venido al bosque, desde donde
te escribo para que sepas qué hacer cuando decidas venirte conmigo al espacio
de libertad al que tenemos derecho cada hombre, cada mujer que vivimos en este
planeta Tierra.
No supe bien a qué lugar del bosque venía
porque dejé que mis pasos, y la guía de los elementos eligieran el lugar mágico
de mi trascender como ser.
Allí en un pequeño claro, rodeada de grandes árboles que acogían mi celebración, se podia escuchar un río subterráneo, con
sus sonidos suaves y cálidos. Muchas hojas se dejaron caer de su origen, padre árbol, para ser acogidos por la madre Tierra. Y con todas ellas, hice un lecho
donde sentarme. Un lecho circular como el sol, como la panza de mi mamá, como
los besos dulces, como la luna...
Y me fui a buscar un poco de agua
subterránea, los elementos me iban contando que ese agua provenia de un mar
intraterreno, un lugar que pronto podria ir a visitar.
Justo en el saliente de la tierra donde se
podian ver las aguas había una piedra receptora, pues tenía forma de cuchara.
Sonreí al ver la primera Piedra femenina de esta vida. Al tomarla con mis
manos, muchas imágenes aparecieron en mi mente. Comenzaba a recordar sabidurías
ancestrales. Eso me hizo sentir que estaba eligiendo el mejor camino para mi
propósito Superior.
La piedra se llenó de agua. Y sentí la
necesidad de saborearla, para poder seguir recordando... todo mi cuerpo se
regeneró al instante en cuanto mis labios la tocaron. Qué sensación tan
reconfortante!!
... sentí que mis cabellos comenzaban a
cambiar su color ...
El aire comenzó a moverse en círculos, se
acercaba el momento de la ceremonia. Seguí caminando, buscando una tierra muy
especial. De muy pequeña recordaba haber estado horas tocando la tierra con mis
manos, jugando con los animalitos que vivian con ella.
Y la encontré: no parecia especial, no
parecia llamativa, pero al tocarla, el tacto del terciopelo podria parecer
abrupto y aspero. Guardé en mis bolsillos un poco de la tierra y dos hojas
grandes me ayudaron a cargar con la cantidad necesaria para la bienvenida.
Al llegar al lugar elegido, me di cuenta de
que había perdido las velas que traia conmigo. Y me dispuse a preparar un fuego
a la antigua usanza. Tuve que buscar piedras y escobas para poder encenderlo.
Antes de iniciar la llama sagrada, una oración a los elementos clarificó mi
intención de respecto al lugar, a los seres visibles e invisibles presentes y
el agradecimiento por el apoyo al Universo, siempre generoso, siempre presente.
El fuego se quedó frente a mi, el aire lo
hizo circular a mi alrededor, aún así yo podia respirar sin problemas: la magia
es así de curiosa. Toqué las piedras con mis manos y ellas comenzaron a hablar
por mi. Comenzaron a aparecer seres de muchos colores, algunos era arcoiris,
otros seguian siendo transparentes, pude ver devas de los diferentes elementos,
guardianes de las diferentes posiciones. Yo solo dejé que ellos hicieran su
labor. Al escucharles, mis lágrimas brotaban cayendo en mi rostro, que no podia
ocultar la emoción. Ahora me daba cuenta de cuan largo camino habia recorrido y
del duro castigo que me habia inflingido: el de la soledad.
Ahora sé que nunca estuve sola, en ninguno
de mis más oscuros momentos, siempre me ofrecieron palabras, consuelo y guía.
Fui yo quien no me permití escucharles, al no sentirme merecedora de tan
maravillosa ayuda.
No acertaría a decirte cuanto tiempo duró ni
a cuantos lugares fui, ni si mis lágrimas fueron a parar al mar de un nuevo
planeta. Solo sé que llegado un momento, me acurruqué como la primera vez que
vi el mundo en esta vida. Como un bebé... dejé que la madre Tierra me acunara y
fue hermoso. Dejé que el padre cielo, el padre sol central llenara de calor mi
cuerpo, me ofreciera luz y protección.
Y caí en un sueño profundo. Y soñé, soñé hermosas situaciones, llenas de amor, soñe con abrazos y risas, con un
reencuentro de almas... como si yo me estuviera permitiendo recomponer todo lo
que me pertenece.
Y Al abrir los ojos, el mundo era diferente.
Sabía quién era y que era lo que deseaba hacer en el momento presente. E hice
lo mejor que sé hacer: cantar. Le canté a los vientos, a la tierra, al agua, al
fuego y a todos los seres que me rodeaban. Y al ver mi reflejo en las aguas
subterraneas supe que al fin el orden del mundo se habia asentado en mi
interior.
Y entonces solo pude amar y agradecer.
Coral
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