Paloma del Cerro
Música para Despertar
Como en el génesis de los superhéroes de Marvel, mucho antes de
la transformación Paloma del Cerro era Paloma Kippes: una muchacha que
trabajaba en el rubro publicitario. Una egresada de Diseño de Imagen y Sonido
que debatía sus jornadas como productora, realizadora o sonidista, irradiando
cierta imagen de éxito y ganando buena plata.
Sin embargo, había algo que no cerraba: Paloma lloraba cuando
nadie la veía. A un costado, en estado embrionario y latiendo como un hobby,
estaba la música. Paloma se fue por ahí.
Después de algunos viajes por el noroeste y de la mano de Miriam
García y Remo Leaño, dos colaboradores cercanos de Leda Valladares, comenzó a
conectarse con el mundo de la copla. El canto con caja y la baguala.
Ese universo se encauzó con su urbanidad y nació Paloma del
Cerro: una coplera capaz de tensar la Quebrada de Humahuaca con scratchs y
programaciones.
El primer registro de su viaje es “Gozar hasta que me ausente”,
su disco flamante que presenta.
Este disco
representa un salto personal. ¿Cuándo se produjo el quiebre?
El quiebre se fue dando de a poco, a medida que la confianza
avanzaba.
No fue fácil soltar lo que ya no tenía peso. Sentía que tenía la
capacidad de producir grandes comerciales, con la exigencia que eso implica…
fue entonces cuando decidí encausar esa energía en un proyecto propio. Así fue:
de a poco fui soltando y el camino se fue abriendo hacia el canto y la música.
Mientras me cantaba la coplita: "lo que querrás, todo es tuyo".
En el transcurso me encontré con muchos mandatos familiares y
socioculturales que ponían resistencia al cambio. Descubrirlos fue todo un
avance; traspasarlos, otro mayor. Esto hizo cuestionarme ¿qué es lo realmente
propio?
Tu música
tiende un puente entre el mundo rural y la urbanidad. ¿Que sucede en esa
tensión entre lo ancestral y lo contemporáneo?
La cultura originaria tiene
mucho que enseñarnos: la simpleza y el contacto con la naturaleza por sobre
todas las cosas. En la ciudad nos perdemos en este inmenso laberinto que poco
nos conecta con nosotros mismos. Todos corremos de un lado para el otro sin
detenernos a ver lo que está pasando por delante de nuestros ojos. Preocupados
por el mañana pasan nuestros días sin sentirlos... para después tomarnos quince
días en la naturaleza y sentirnos bien. Algo suena raro.
La música tiene ese gran
regalo, conectarte con lo que está pasando en este instante.
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